No sabemos a Ustedes, pero a nosotros nos ha resultado conmovedor ser testigos de la unión entre buena parte de los estamentos de la política y otros poderes de este País, apoyando de forma unánime la candidatura madrileña en los Juegos Olímpicos de 2016, un año al que por cierto no está claro si llegaremos todos vivos, ya que puede que la hambruna o los bancos nos hayan matado a unos cuantos antes, la primera de un modo mucho menos cruel que los segundos, eso sin duda.
Por Copenhague desfilaron miembros de la Casa Real, políticos de ¿izquierdas?, de derechas y unos cuantos personajillos de esos que conforman la extensa fauna parasitológica pluricelular en España,. Llegaron todos a la Ciudad danesa – ninguno en “Low Cost” - con su sonrisa más mediática y ademanes deportivos, algo que suponemos no representa ningún esfuerzo cuando a ninguno de ellos, le coincidía la fecha del sarao con la del sellado de la cartilla de desempleo en el INEM, y no corrían por lo tanto el riesgo de dejar de percibir los 420 euros mensuales con lo que pagar casa, coche, comida, medicinas, ropa, recibos, etc.
Iban todos de la manita, hermanados ante asuntos realmente trascendentales, esos que incluyen antorchas, medallas y sudores, entrelazados como los aros olímpicos y con un buche del mismo diámetro, a juzgar por cómo se pusieron de cigalas y de jamón ibérico, que ya se sabe que la crisis no es tan perversa como la pintan, pues hay estómagos inmunes a ella.
Y nos preguntamos, ¿qué hay de esa comunión de esfuerzos ante asuntos con menos glamour y que quedan mucho más chabacanos ante los medios de comunicación?. Por ejemplo se nos ocurre el del paro, aún si saber muy bien el porqué de que nos asalte esa idea, acáso sea porque la cifra de desempleados ronda los cuatro millones de personas. Una cuestión sin duda baladí si la enfrentamos a la posibilidad de ser sede olímpica. Y es que entre “Pan y Olimpiadas”, puestos a escoger nos quedamos con las segundas.
Alguno nos dirá, ¿qué tiene que ver un tema con el otro?. Muy poco en la forma pero mucho en el fondo, porque más allá de las posibles pero remotas coincidencias entre un desfile inaugural de unos juegos con atletas de diferentes países y la cola del paro, está la indecencia y la actitud insultante de los responsables políticos haciendo frente común para cuestiones circenses, pero mordiéndose en la yugular los unos a los otros al abordar problemas transformados en inmensas tragedias sociales.
Para la eliminación de España – afortunadamente – en la candidatura olímpica hay lágrimas y rostros cariacontecidos; para la miseria que se extiende como la corrupción y la desvergüenza en la clase política hay embustes, pesca en río revuelto o simplemente silencio, según le convenga a cada uno.
A Zapatero lo tenemos en este asunto convertido en un agricultor de pro, sembrando el hombre muy satisfecho disculpas y promesas y viendo – sólo él – como crecen brotes verdes en medio de este erial de desesperación y de penurias. Rajoy aprovechando la ocasión para dejar expedito su camino hacia la poltrona, pero haciendo valer como instrumento adecuado para salir de esta situación lo que realmente la ha provocado, al igual que lo ha hecho a lo largo de la historia y así seguirá ocurriendo: el capitalismo, verdadero tumor social y cuya metástasis se traduce en injusticia, reparto desigual y alienación de la mano de obra.
Y el Rey que... calla. Siempre se calla en lo que a las precariedades de los ciudadanos se refiere. No podía ser de otro modo, cuando tiene un puesto de trabajo vitalicio y con cuyo presupuesto podrían vivir muchas familias. Valiente Embajador ese que vende la imagen de un País con estadios olímpicos pero silencia la de los comedores sociales. Son los riesgos de ser un mantenido, que más vale no difundir las miserias del anfitrión.
Pero lo más triste de todo esto, es contemplar los llantos de buena parte del Pueblo cuando nos dejaron sin el caramelito olímpico, ese del que habrían de chupar los de siempre. De verdad que es descorazonador y lamentable, seguir comprobando hasta qué punto somos memos y pusilánimes, además de necios, y cómo le hacemos el caldo gordo a unos cuantos mientras a nosotros, nos toca apurar las sobras de sus banquetes. Tenemos la corazonada de que somos bastante ceporros y que encima, vamos de dignos y de sobrados. Como bien decía Don Miguel de Unamuno: ¡Qué País, qué paisaje, qué paisanaje!.
1 comentario:
Hola, Julio:
Estoy de acuerdo contigo, a mí me dejo estupefacta y sin dar crédito a mis ojos de cómo la gente se une por unas Olimpiadas que todos sabemos a quiénes beneficiarán, y no precisamente a nosotros. Supongo que también tenemos lo que nos merecemos, que somos, sin embargo, incapaces para unirnos contra los que nos están desangrando lentamente y con dolor.
En este caso, habrá que revisar el dicho "panem et circenses" y cambiarlo por "panem et Olimpiadis".
Un abrazo.
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