jueves, 28 de agosto de 2008

La Revolución Pendiente

Oscar, un buen amigo y compañero en actividades encaminadas al deseo compartido de que se produzca una honda transformación social a través de la información, de campañas, movilizaciones, denuncias y actitudes solidarias me dijo en cierta ocasión: "Julio, todo esto que hacemos está muy bien pero lo que estamos consiguiendo es engrasar el Sistema y perpetuarlo...".


Hasta ese momento yo no había reflexionado sobre las consecuencias no deseadas pero reales de trabajar por cambiar una estructura social profundamente injusta y por intentar aliviar los desmanes que causa. Únicamente, como testigo y víctima de una realidad en la que el poder omnímodo en manos de unos pocos provoca una desprotección sangrante en la mayoría, mi pretensión era unir aquellas reivindicaciones que consideraba necesarias a la ayuda a los más desamparados y débiles, pensando que con ello colaboraba en mitigar las nefastas consecuencias de una Organización que alimenta el elitismo y supone diferencias sociales tan extremas con todo lo que ello comporta: abusos, esclavitud encubierta, miseria, hambre, sometimiento, marginación, maltrato, crímenes, etc.

Pero las palabras de Oscar me hicieron pensar y mucho acerca de los efectos que cualquier labor de índole benéfico, asistencial o contestatario puede tener en el origen mismo del daño que se pretende reparar. Y es que no hay que olvidar que la mayor parte de regímenes políticos de este Planeta, con sus correspondientes ramificaciones ejecutivas, legislativas y judiciales, con todas sus leyes, códigos, usos, costumbres y por supuesto, con su gestión económica, tratan por todos los medios de aparentar tanto ante sus gobernados como frente al resto de naciones, la libertad, democracia y progreso exigidos en el Orden Mundial actual, sobre todo en lo que llaman, vaya sarcasmo, el Mundo Libre, pero que se queda habitualmente en una mera puesta en escena y no suele ser más que una pantomima sin correspondencia en la realidad, una farsa que todos admiten, unos por conveniencia y otros por mansedumbre, miedo o apatía, pero que pocos se creen.

Sin embargo dicha Doctrina, consciente de los tremendos perjuicios que produce sobre todo en determinados sectores más desfavorecidos, necesita a quien cauterice esas heridas para que el paciente, el Pueblo, no muera desangrado; se le puede maltratar pero es necesario mantenerlo con vida y aún aparentar que se cuida de él para dar mayor legitimidad a un Sistema altamente dañino pero muy astuto, que sabe perfectamente cómo dignificar aquellas actuaciones propias indecentes para no poner en peligro su propia existencia.

ONGs, asociaciones de defensa y protección de todo tipo, campañas de voluntariado, de auxilio social, grupos de ayuda humanitaria, colectivos animalistas y ecologistas, toda una serie de agrupaciones dedicadas a paliar a duras penas y sin tener casi recursos para ello, el mal que en tantos ámbitos provoca el Sistema actual, unas veces por su acción y otras por su omisión pero que en cualquier caso responde a una estrategia infinitamente probada, repetida y sin duda válida para sus fines: acentuar las diferencias y conseguir que la mayor parte de la Sociedad esté al servicio del resto, todo ello creando un aparente estado de bienestar que no sólo no es real, sinó que sirve para alimentar continuamente a esa bestia establecida lo más alto de la pirámide, aquellas personas que acaparan riqueza, poder y calidad real de vida de forma monstruosamente desproporcionada y en detrimento de los situados en el resto de dicha pirámide, en la que algunos, creyéndose cercanos a la cúspide, no dudan en pisar a los que tienen debajo pensando que podrán acceder a la zona de los privilegiados, siguiéndoles el juego, contribuyendo a la domesticación y represión de los que están todavía en peor situación y todo ello ignorando que no podrán subir a lo más alto salvo rarísimas excepciones, contadas y calculadas para una vez más dar esa apariencia de igualdad que sirva de argumento contra posibles revueltas o ataques a un Sistema que es la antítesis de la democracia, si atendemos a la esencia del término y no a la degeneración actual y llevada a la práctica del mismo.

Pensemos por un momento en qué pasaría si no hubiese colectivos dedicados a ayudar a los que viven en la calle, a los casos de mayor pobreza, a los trabajadores explotados, a los más débiles y desasistidos, si no existieran organizaciones para socorrer a personas que viven en la marginalidad, en la indigencia, perseguidos o discriminados. Grupos que denunciasen los crímenes de guerra, las continuas violaciones de los derechos humanos, penas de muerte, casos de esclavitud, prisioneros políticos, Guantánamo, el asesinato de José Couso o la encarcelación de Franki. Asociaciones de voluntarios y activistas por la abolición del maltrato animal, luchando contra el deterioro del medio ambiente, las talas indiscriminadas, las mareas negras...La lista podría prolongarse de forma interminable.




Si todo ese entramado de ayuda y denuncia no existiese, ¿qué ocurriría?, ¿sería sostenible un Mundo en el que no hubiese quien atendiese las injusticias y recogiese la basura que provocan y esparcen los que dirigen, deciden y acaparan?, ¿cuánto tiempo más podría la Humanidad aguantar antes de rebelarse contra un Sistema que la sojuzga y daña de tal modo si nadie se ocupase de ser su voz y tratar de calmar su dolor?.


Por eso engrasamos y perpetuamos el Sistema, porque por un lado suplimos con mucha voluntad y pocos medios las necesidades básicas de los parias, categoría en la que entramos la gran mayoría y por otra, los poderosos utilizan nuestro trabajo en su beneficio haciendo ver que hay libertad, porque nos permiten protestar –siempre de forma controlada claro- y que hay preocupación por el bienestar social, cuando realmente está las menos de las veces la ayuda organizada desde instancias oficiales siendo entidades altruistas, voluntarios, activistas y asociaciones cuyos miembros han adquirido ese compromiso, los que gritan no a las situaciones de injusticia y violaciones de derechos fundamentales sean cometidas sobre animales racionales, irracionales o sobre el medio ambiente. En cualquier caso y aunque la asistencia venga desde el ámbito estatal, no olvidemos que son ellos mismos los que permiten y originan las víctimas por alimentar el Sistema que las causa.

Oscar y yo, como otros muchos, seguiremos echando una mano allí donde podamos, continuaremos acudiendo a manifestaciones autorizadas, en el horario permitido y por el itinerario previsto, participaremos en actos benéficos, de ayuda o de solidaridad, seguiremos gritando y denunciando en la medida en que nos lo toleren pero en el fondo, nos quedará un sabor amargo y una sensación de tristeza porque con cada acto de demanda consentido o de solidaridad estaremos engordando a esa bestia y legitimando el Sistema, estaremos lavándole la cara y aún tendremos que soportar que nos digan: ¿véis como hay libertad?, os dejamos protestar; ¿véis como nos preocupamos de los desfavorecidos?, hay redes de asistencia y ayuda.

Y es que saben que no podemos hacer otra cosa, porque hay que ser como ellos para ver a un niño morir de hambre, del hambre que ellos permiten; a un inmigrante ahogándose al huir de la miseria o de la guerra, las que ellos consienten; a un preso pudrirse en una prisión por razones políticas, su política; a un ser humano condenado a muerte, por su Ley; a un toro a punto de ser torturado, porque es una tradición legal; al mar tiñéndose de negro por un comercio que sostienen o a un árbol a punto de ser cortado por razones especulativas y permanecer impasibles.



Si tuviéramos estómago para permanecer indiferentes en tales casos, antes o después sin duda la situación llegaría a tal punto que reventaría y de forma violenta se tendría que producir ese cambio social, porque la Humanidad habría sido tan castigada, expoliada y sometida y las consecuencias, sin nadie que las atendiese, tan graves y generalizadas, que el camino para una revolución inmediata a gran escala estaría abonado y el hombre despertaría de su letargo, abandonaría sus temores y consciente de la realidad, se lanzaría a la lucha para no seguir siendo siervo y víctima de los de siempre , los que a lo largo de la Historia, con dife
rentes maquillajes pero idénticos objetivos, se ocupan de dirigir nuestras vidas y hasta nuestros pensamientos con bastante palo y algo de zanahoria. Pero no olvidemos que al final el que muere magullado siempre es el burro y el que cuenta los beneficios es el amo. Así ha sido y así será hasta que llegue el día en que los burros se harten de recibir varios golpes por cada bocado de zanahoria que su dueño les ofrece.



1 comentario:

Helena dijo...

Esta es una reflexión profunda que todos deberíamos meditar a diario. Muchas veces me he preguntado si lo que hago alimenta a la gran bestia o repara sus daños.
Pero lo que de verdad importa es si vamos a cambiar algo o simplemente estamos poniendo parches.
Por supuesto que creo en esa revolución, y también pienso que no tendría porqué ser violenta si lográsemos llegar a una masa crítica que actuara de manera constante y con una determinación inquebrantable.
El problema es que el ser humano siempre pondrá por delante la seguridad de su propio culo antes que los derechos del resto de seres del planeta. Y para cambiar esto solo, ya vamos a necesitar unos cuantos siglos más...

Pero eso no quiere decir que no valga la pena "poner parches" que, al menos, mejoren la situación de algunos pocos.
Cuando sé que una mujer de Nepal que fue vendida de niña por sus propios padres y obligaba a prostituirse durante años, está trabajando en condiciones dignas gracias a cierta entidad con la que colaboramos, pienso que vale la pena.
Cuando veo cómo mis gatos y cientos de animales más han sobrevivido a sabe dios qué en las calles, y ahora están recibiendo cuidados, creo que vale la pena.
Cuando veo lo que haceis otras personas en todo el planeta, luchando contra injusticias, abusos y crímenes, sin duda vale la pena.