Uno de los objetivos de un medio de comunicación es obtener el mayor número de lectores o de oyentes posible, algo muy loable por supuesto, pero que no sirve como justificación para “intoxicar” la información veraz y contrastada, convirtiéndola en sensacionalismo, carnaza para morbosos y pura especulación.
Determinados periódicos y cadenas, pocos por fortuna, han mostrado una actitud que dadas las circunstancias tan trágicas que vivimos, no tiene otro calificativo que carroñera. Con titulares y opiniones editoriales que esconden el deseo de hacer leña de aquellos contra los que arremeten habitualmente empleando para ello noticias que como esta, conmueven e impresionan de modo tremendo a la Población, dan muestra con tal actitud de que su afán no es hacer periodismo, sino que están al servicio de ciertos intereses actuando como secuaces mediáticos conscientes de la importancia que la información tiene en el comportamiento de la Sociedad.
Aprovechar el accidente de Barajas para este juego sucio y que denigra a la mayoría de profesionales de la comunicación que ven así ensuciarse el buen nombre de tan necesaria labor, es una conducta rastrera y más, cuando están echando basura sobre ciertos colectivos dedicados a la aviación de forma abyecta.
Un accidente aéreo nunca se produce por una sola causa, tienen que darse una serie de circunstancias para que desemboquen en una tragedia como esta. Una Empresa puede tener muchos conflictos internos laborales, de gestión, económicos o de la índole que sea, pero de ahí a buscar el origen del desastre en esa situación hay un abismo.
Se oyen versiones, interpretaciones, conclusiones y declaraciones de naturaleza ruin hacia trabajadores pertenecientes a la Compañía implicada en el siniestro. Desde dudar de la labor de los TMA (mecánicos), hasta decir que el Comandante se empeñó en irse al aire con una avería o que no quería efectuar el vuelo pero que se lo denegaron. Por otra parte y en el colmo de una actitud tendenciosa, se llegar a responsabilizar al Gobierno de lo ocurrido.
Cualquier TMA de una Compañía Aérea es consciente de lo que su trabajo conlleva y en ningún caso pasará por alto un fallo que pueda poner en peligro la aeronavegabilidad del avión ni jamás lo solucionará de forma chapucera. Los mecánicos saben que hay vidas en juego y ni su profesionalidad ni su conciencia, les permiten que una aeronave despegue sabiendo que algún sistema puede ocasionar problemas que afecten a la seguridad en vuelo. Por otro lado el Comandante del avión tiene autoridad absoluta en lo que al salto que va a realizar se refiere, por lo tanto no existe persona alguna, ni tan siquiera el dueño de la Compañía, que le pueda obligar a volar si él considera que hay alguna sospecha fundada de que algo puede fallar. Y por descontado, ni una amenaza de despido por no salir a volar ni cualquier otra medida intimidatoria van a hacer que despegue en contra de su voluntad, porque el Piloto al mando es consciente de que muchas vidas, entre ellas la suya, tienen prioridad absoluta sobre cualquier otra consideración. Igualmente, hasta el último instante antes de estrellarse, la tripulación técnica está tratando por todos lo medios de evitar el accidente y si al final no lo consiguen, no será por falta de conocimientos o de interés, sino porque esa acumulación de circunstancias que decía han llevado bien a un error insuperable, insuperable para cualquiera, o a una situación anómala imposible de corregir.
Por muy complicado que sea el panorama en una Compañía Aérea no hay un solo mecánico o tripulante que haga su trabajo en tierra o se suba a la aeronave con desidia o actuando de forma negligente. Aunque sepa que se va a ir a la calle al día siguiente, pondrá toda su atención en asegurarse del estado óptimo de la aeronave o en realizar el vuelo y lo hará con absoluta profesionalidad y rigor.
Habitualmente los periodistas que por iniciativa propia o siguiendo la línea impuesta por el medio para el que trabajan, dan el titular más llamativo y polémico o alimentan odios hacia sus “enemigos” de siempre, son los mismos que confunden datos en su afán por atacar de modo feroz a quien les conviene hacerlo, da igual que se trate en este caso de la naturaleza de una avería, de las velocidades del avión, fases del vuelo, actuaciones de la aeronave, procedimiento a seguir, secuencia de los hechos o lo que sea. El caso es difamar, que algo queda.
Estamos viviendo momentos muy tristes para muchas familias, incluidas las de los tripulantes y también para innumerables trabajadores de la aviación, que cada vez que ocurre algo así, conozcan o no a las víctimas, sienten una solidaridad, tristeza y sensación de impotencia y rabia difícil de describir. Tengamos respeto para todos ellos y empiecen por dar ejemplo ciertos medios informativos cuyo comportamiento viene siendo repugnante desde el accidente. Estamos trabajando con máquinas y a merced de factores externos ajenos a veces imposibles de controlar; entra dentro de lo probable que en ocasiones se produzcan incidentes y hasta accidentes. La mayor parte de las veces esos profesionales los solucionan sin ninguna consecuencia pero también es inevitable que muy de vez en cuando, todo acabe en algo tan espantoso como lo ocurrido, sin que eso pueda suponer dudar de la capacidad, entrenamiento, profesionalidad o dignidad de trabajadores merecedores de todo el respeto y admiración. Al igual que es indigno echarle la culpa a quien esté gobernando, que podrá cometer grandes fallos en su gestión pero en modo alguno es responsable cuando se produce una tragedia como esta en la que dicho sea de paso, pueden haber perdido también a algún familiar o amigo. El Partido Político en el poder puede ser culpable en cierto modo de la situación económica o laboral de un País y de modo indirecto, de la que viva una Compañía Aérea, pero utilizar eso para atribuirle un accidente tan espantoso como ese, sólo puede ser producto de individuos mezquinos y arribistas que valiéndose de los medios que tienen a su alcance, no sienten el menor reparo en utilizar el dolor y la muerte como armas arrojadizas. Lo dicho, son carroñeros.
jueves, 28 de agosto de 2008
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