Este es un País de desagradecidos. Los menos se dedican en cuerpo y alma a servir a sus semejantes, con un altruismo y un compromiso que van más allá de de la capacidad que tenemos el común de los ciudadanos y que sólo están reservados a unos pocos espíritus, dotados de una generosidad y entereza para el sacrificio de la que carecemos el resto y sin embargo, lejos de expresar constantemente nuestra admiración y agradecimiento por su actitud desinteresada y solícita todavía nos permitimos, en una muestra de indignidad lamentable, criticarlos y manifestar nuestro descontento por las humildes y más que merecidas satisfacciones que pueden encontrar en sus abnegadas existencias.
Y creo que el ejemplo más notable y valioso de seres dedicados por absoluto a una labor social incansable que podemos encontrar es el de
Comenzaba hablando del desagradecimiento y continuaba haciéndolo del papel magnífico y volcado en sus súbditos de
Vamos a ver. La cuestión no es que paguemos cacerías ni yates; no es que sufraguemos operaciones o que mantengamos los ciudadanos de este País Marivent; tampoco es la cuestión que costeemos viajes, recepciones, banquetes o regalos. Da exactamente igual los gastos que suponga a la hacienda pública
Ya está bien de quejarse tanto diciendo que es un gasto superfluo, que no necesitamos una Monarquía, que nos fue impuesta por el Caudillo y que no tuvimos opción de aceptarla o rechazarla como una realidad por sí misma y no integrada en una Constitución. Lo que ocurre es que no somos capaces de pagar la hipoteca, la letra del coche es cada mes un obstáculo casi insalvable, vamos llenado menos el carro en el supermercado y nos vamos dejando más dinero en la caja, los bancos no dan préstamos, los sueldos no suben, el poder adquisitivo mengua a ritmo agigantado, la capacidad de ahorrar se ha perdido y empezamos a carecer de bienes esenciales por no poder sufragarlos. Pero por culpa de todo eso, los morosos y los que están a punto de serlo, cargan llenos de rencor contra
No tenemos ningún derecho a criticar al Rey porque cace cuando le venga en gana bisontes en Polonia pagando miles de euros por ello, desplazándose en su avión y acompañado por todo un servicio de seguridad, porque sonríe como nadie a las cámaras y sabe mandar callar a un Jefe de Estado vulgarmente elegido en las urnas, no como él, con derecho inalienable al cargo o su hijo, con legitimidad sucesoria; tampoco podemos reducir a un hecho sucio y chabacano la cópula principesca, como hizo una revistilla humorística con mal gusto y que recibió su merecido siendo retirada de la venta e incautado el molde de la denigrante viñeta, que una cosa es la libertad de expresión y otra atreverse a insinuar que Felipe y Leticia follan, como si fuesen unos ordinarios conejos. Además, que dónde vamos a encontrar un Príncipe más alto, una Princesa mejor operada y unos hijitos de ambos más encantadores; todavía vendrá algún descastado diciendo que Leonor oposite como todo hijo de vecino y es que la animosidad ante la virtud ajena es muy peligrosa. Y Doña Elena, ¿qué va a ganar doscientos mil?, como si son dos millones; no hay sueldo que haga justicia a la labor que va a realizar, ayudando a integrar laboralmente a personas con discapacidad y a que reciban educación niños con problemas de exclusión. Vale, de acuerdo que hay ONGs, cooperantes y misioneros que hacen lo mismo sin medios, con pagas de miseria y que muchas veces se dejan la vida en un rincón perdido de algún País deprimido, pero aunque
No podemos seguir con este debate y ni tan siquiera iniciarlo, es indignante poner en duda la necesidad y continuidad de
Que no me quiten a mis Reyes, que yo doy gustoso lo que haga falta de mis ingresos para que a ellos no les falte de nada. Estoy encantado de pagarles Palacio de invierno y la residencia de verano. Seguro que cuando mis hijos no tengan para comer y me quiten la casa, Don Juan Carlos entre montería y montería me dedicará una sonrisa y con eso para mí, es más que suficiente. ¡País de desagradecidos!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario