2010 acabo mal, pero que muy mal, qué duda cabe, sin embargo 2011 está logrando el más difícil todavía: empezar peor de lo que terminamos. Da la impresión de que tenemos en el Gobierno a Harry Potter y en la oposición al Mago Lord Voldemort, ambos enfrentados a muerte y mira por dónde que los dos con destinos y estrategias muy ligadas porque en definitiva, sus intereses son comunes aunque traten de disimularlo. Se podría decir que sus programas, o al menos la interpretación que hacen de los mismos, son aparentemente tan reñidos como idénticos a la hora de la verdad en el fondo y en la forma. Me recuerdan a esos formatos de televisión dedicados a la pantomima de peleas entre famosos (o los que tratan de llegar a serlo) donde desmenuzan todas sus intimidades: los emiten con nombres diferentes en distintas cadenas que son competencia entre sí, pero lo cierto es que tanto unas como otras persiguen un objetivo similar: la alienación de los ciudadanos haciéndoles consumir un mismo producto tóxico fácil de digerir cuando el análisis no precede nuestras acciones, un material sencillo de vender por la carga de morbo que lleva y que les reporta grandes ingresos en publicidad gracias a su alta audiencia.
Esta visión pesimista que transmito no depende realmente de fechas que, en todo caso, no son más que números y sólo sirven para establecer comparaciones acerca de cómo vamos evolucionando, sino que constituye el resultado, al menos el mío, de reflexionar sobre el devenir de una existencia condicionada por las circunstancias que a cada uno le toca vivir, y en la nuestra, si la imagino como una singladura a lo largo de un río, parodiando a Jorge Manrique, veo que la gran mayoría siempre navegamos arrimados a una de las orillas, lo que no nos impide observar lo que ocurre en el otro margen por el que también avanzan unos pocos, los privilegiados, cuya corriente, aún siendo la misma, discurre paralela a un vergel mientras que la nuestra lo hace junto a un vertedero. Veamos algunos ejemplos:
En nuestro lado, las continuas privatizaciones de servicios esenciales para la sociedad implican que paguemos cada vez más por prestaciones generosas en precariedad o en las que en todo caso, su paso a manos de empresas no han supuesto el menor beneficio económico para los ciudadanos. Y cuando es mandatorio que existan también en su forma pública, las administraciones ya procuran su deterioro para que el consumidor acabe abonando lo que debería de ser gratuito y efectivo. En el otro, los mercaderes de la sanidad, de la educación, de la telefonía, de la electricidad o de los transportes, por citar algunos, se forran con ventas que incrementan patrimonios particulares pero que auguran un futuro aún más miserable para un pueblo esquilmado.
esa condición al quedarse sin el empleo y hasta sin un subsidio con categoría de limosna, tanto por su cuantía como por lo mucho que nos restriegan lo gravoso de su percepción. Detrás irán la casa, el coche e incluso la comida en ciertos casos, pues no hay más que fijarse en las numerosas peticiones de ayuda para alimentos que están recibiendo algunas ONGs. En la otra, se destinan miles de millones de euros a los bancos, se habla de llevar capital privado a las cajas, se gastan enormes cantidades en subvencionar corridas de toros o se les entregan a federaciones de caza. De acuerdo que las cifras en el caso de las entidades financieras son mucho mayores, pero ambos paradigmas nos trasladan una injusticia común: en el primero se le está dando dinero de todos a los que en buena medida son responsables de la situación de miseria social y que lejos de estar padeciendo necesidades, como tantas familias, lo único que han visto es reducirse ligeramente sus inmensas ganancias; en el segundo parte del presupuesto público se emplea en perpetuar el maltrato y muerte de los seres con mayor desprotección legal. La connivencia de los poderes ejecutivo y legislativo con el económico es lo que permite tal magnitud de opresión hacia las eternas víctimas, los más débiles de esta pirámide con independencia de cuál sea su especie.
En nuestro ribazo, AENA pretende sumar al existente en función del peso de la aeronave un nuevo canon por uso de infraestructuras aeroportuarias, lo que aumentará el coste de los viajes en avión porque esa subida repercutirá en las tasas que las aerolíneas le aplican a los billetes, y todo eso mientras tratan de hacernos creer que un colectivo como los controladores es en buena medida el culpable de varios de los problemas que afectan al transporte aéreo. En el otro, los gobiernos autonómicos favorecen económicamente a compañías como Ryanair, que no sólo trata de un modo indecente a sus clientes cobrándoles casi por atreverse a respirar dentro de la aeronave, sino que su política empresarial le está causando graves perjuicios a otras y motivando la pérdida de puestos de trabajo mientras ella cobra a los pilotos por admitirlos aunque luego se lo vaya reintegrando sueldo a sueldo. O el Estado le otorga la gestión de varias torres de control a grandes empresas que posiblemente algún papel desempeñaron a la hora de afrontar los gastos de campaña electoral. Dicen que favor con favor se paga, y está muy bien la máxima, lo sangrante del asunto comienza cuando la transacción empobrece literalmente y resta calidad de servicios a quienes jamás pidieron o recibieron esos favores.
En nuestro extremo del río recibimos a cualquier hora del día, incluyendo la noche, mensajes al móvil o llamadas con publicidad en las que, sorprendentemente, saben incluso nuestro nombre sin que por supuesto nosotros jamás se lo hayamos facilitado. La Ley de Protección de Datos es un documento muy sonoro pero que se queda sólo en eso, ruido, y poco importa que seamos celosos de nuestra intimidad, porque información personal que nos concierne sólo a nosotros es a menudo un producto de mercadillo sin que nos enteremos los principales afectados. En el otro, la Casa Real expresa su gran indignación porque un periodista logró hablar por teléfono con el Monarca haciéndose pasar, dicen, por un político, aunque realmente no hizo más que utilizar su verdadero apellido al presentarse y éste coincidía con el del Presidente de la Generalitat. El caso es que los guardianes de La Zarzuela lo consideraron una intromisión intolerable en la privacidad de Don Juan Carlos. ¿”Todos iguales”, dice la Constitución?, habrá que reubicar este librito en las estanterías de las bibliotecas y situarlo en el lugar que le corresponde: novelas de ficción. Mientras aquí el Gobierno pone cuantas trabas es capaz para el esclarecimiento del asesinato del Periodista José Couso, allí un Ex – Presidente de Gobierno sigue sin ser encausado por su parte de responsabilidad en la invasión criminal de Irak.
En nuestro litoral sube la edad de jubilación, y como no estaba precisamente baja antes y en todo caso bastante más alta de la estipulada en otros países de Europa, a los que dicen que tanto nos parecemos (será que como nuestros sueldos son bastante más exiguos hacen la media entre ambos valores, edad y salario, para establecer la comparación) habrá que encomendarse a Galeno para que mejore la atención sanitaria y bajen las listas de espera, porque o es eso, o poco tiempo y salud le va a quedar al ¡por fin jubilado! para disfrutar de aquello que le apetezca. En el otro, tenemos a la caterva de ex-altos cargos que perciben remuneraciones descomunales por lo que hicieron y ya no hacen, además de convertirlas en compatibles, en bastantes ocasiones, con ingresos adicionales por algún puestecito más honorífico que otra cosa, o de cara a la galería para presumir de plantilla ilustre y aprovechar su valiosa agenda. Entre los que se llevan sueldos millonarios por trabajos que ya no ejercen y que, como el primer salario no les roba ni un minuto, pueden cobrar a la vez cifras insultantes por alguna consejería en la empresa privada, hay un par de antiguos Presidentes del Gobierno que imagino que jamás tuvieron la menor inquietud en modificar la ley que permite tal agravio. Y eso, como es legal, obliga al silencio colectivo, ¿no?
En los ejemplos anteriores, que son únicamente una pequeña muestra de un doble rasero con consecuencias trágicas, hay tanto cuestiones vitales como anecdóticas. Pero sea cual sea su trascendencia y sin restarle importancia a ninguna de ellas, algo es indiscutible a mi juicio: que unas y otras apuntan a que los ciudadanos que navegamos por la orilla con vistas a la basura somos un rebaño tan maltratado como sumiso. Y seguramente lo segundo hace posible lo primero.
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