Como en esas películas de bajo presupuesto en las que una legión de zombies con aspecto de clones lobotomizados, de caminar rígido, cuencas vacías y miembros amputados perseguían a la desdichada víctima así se sienten algunos, acosados por los esqueletos descoyuntados pertenecientes a los restos mortales que llenan las fosas en las que fueron arrojados por parte del régimen criminal de Francisco Franco y de su pérfida cohorte de colaboradores.
Son muertos sin nombre y nombres sin muerto a los que muchos años después, se les pretende aplicar en cierto modo y aunque sea de forma simbólica, la justicia que se les negó cuando fueron ejecutados por esos canallas. Un desagravio tardío y muy tenue que para los condenados por creer en la libertad y por defenderla ya nada significa, pero que sí tiene valor para sus deudos y descendientes y sobre todo, puede liberar a la conciencia colectiva de una sensación tan prolongada de apatía, de cobardía y de silencio acerca de uno de los episodios más sangrientos y vergonzosos que ha vivido este País.
Pero he aquí que esta digna iniciativa promovida por el Señor Baltasar Garzón molesta e incomoda a unos cuantos y es tal su reacción de rechazo e inquina hacia ella y su impulsor, que es fácil pensar que incluso les asusta; es una preocupación obsesiva la suya que parece ir más allá de un mero desacuerdo. ¿Cuáles serán los motivos de este temor a que se arroje más luz sobre ese pasado reciente?.
“La memoria histérica” le llaman desde los micrófonos de
No hay más que ver a los que se oponen al trabajo emprendido por el Juez Garzón, los que incluso lo insultan y los que están tratando por todos los medios a su alcance de impedirle que continúe adelante. Son lo más granado del conservadurismo a ultranza de este País; pretendidos demócratas de escaparate que apestan a fascistas; meapilas patibularios fanáticos partidarios de la interpretación más degenerada de la religión, aquella que la concibe como un instrumento para someter espiritual y físicamente a los hombres, amiga y colaboradora del poder totalitario y absolutamente despreocupada cuando no directamente despreciativa y lesiva hacia los más débiles y desprotegidos. Son figurillas patéticas salidas de cualquier NODO que aunque arrastren su sórdida bajeza en el Siglo XXI, permanecen anclados en el negro pasado del franquismo, añorándolo, echando de menos la siniestra presencia del Caudillo al que tanto admiran y en el fondo están rabiosos, muy rabiosos por tener la certeza de que ese criminal que gobernó España hace ya mucho tiempo que afortunadamente se pudrió bajo una losa. ¿Quiénes son los histéricos sino ellos, que se sienten extraños y fuera de su tiempo y cuya única misión parece ser luchar de forma denodada contra el progreso social y la evolución de las ideas?.
Esta pandilla cavernaria, como no se atreve a confesar que para ellos los muertos de las fosas tuvieron el fin que se merecían, como realmente son tan cobardes que no pueden admitir públicamente su admiración por Franco y su odio cerval a cualquier postura progresista, estos enemigos de la libertad, incapaces por conveniencia de admitir tales ideas como suyas, entonces se dedican a esgrimir razones absurdas para intentar dinamitar el proceso de recuperación de la memoria histórica. Que si son heridas cerradas que se quieren abrir de nuevo; que si ambos bandos cometieron atrocidades; que si los responsables ya están muertos; que si a nadie le importa este asunto… vomitan sus argumentos bañados en hiel porque quieren impedir que Franco y los que le secundaron en la comisión de tanto horror sean calificados por
El Generalísimo debe de ser recordado y analizado por las próximas generaciones como lo que era, un ser abyecto responsable de miles de crímenes, al igual que todos los que le ayudaron en su labor: militares, religiosos o civiles, da igual, porque lo cierto es que por encima de todo, les une el hecho de haber atentado contra la vida, la libertad y la dignidad de millones de seres humanos y por lo tanto sólo merecen la más absoluta repulsa. Y si alguno de los directamente responsables todavía continúa con vida, que no abandone este mundo sintiéndose impune por cuanto hizo, sino que aunque tarde, reciba al menos el desprecio público por todo el mal que causó.
Menos mal que el valor del Sr. Garzón es infinitamente mayor que el de todos los cobardes juntos que cometieron tales desmanes y el de los que ahora los defienden o intentan tapar sus crímenes, esos a los que persiguen como zombies los muertos de las fosas sin darse cuenta de que son ellos los verdaderos cadáveres o al menos, así lo parecen, dada la podredumbre que emanan.
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