Supongo que “hacer la pelota” denigra aunque sea levemente a quien lleva a cabo esta práctica pero hay que reconocer lo extendido de su uso y que ya, siendo niños, utilizamos tal ardid en un intento de lograr nuestros objetivos. ¿Quién no ha dado un poco de coba a sus padres para que una noche le dejasen llegar más tarde o para obtener una paga extraordinaria?. Hay quien le “come la orejilla” a un amigo o vecino con la intención de conseguir algo a cambio. No pocos siguen esta estrategia con sus jefes con el deseo de medrar laboralmente… Digamos que es un uso mal visto pero no tanto por lo común y siempre en función de que alguien pueda resultar o no perjudicado por dicha acción, aunque muchos, la mayoría, nieguen valerse de ella en alguna ocasión pero lo que parece innegable, es que siempre se hace con la intención de lograr algo, lo que se llama “no dar puntada sin hilo”.
¿Siempre?, pues la verdad, no. Porque hay un caso peculiar de “peloteo” en este País, muy generalizado y del que, al menos que yo sepa, no obtiene quien lo practica beneficio alguno. Me estoy refiriendo a lo aduladores y tiralevitas que somos con la Monarquía, siempre en una actitud condescendiente y hasta servil para con sus miembros, un talante que en modo alguno mostramos con cualquier otra institución. Y viene esto a cuento de las manifestaciones de la Reina para el libro sobre su regia figura escrito por Pilar Urbano, al que sin duda le está sirviendo como inmejorable campaña publicitaria la polémica levantada en torno a ciertas declaraciones que aparecen reflejadas en el mismo.
Creo en la libertad de expresión y por supuesto, en que cualquiera exponga y difunda sus ideas, sus filias y fobias o sus deseos siempre que no atenten contra la intimidad de alguien y no constituyan un posible caldo de cultivo en el que se gesten acciones violentas contra algún colectivo. Así que si Doña Sofía está en contra de la eutanasia y del aborto, rechaza la unión entre homosexuales concebida como matrimonio, o piensa que debería de ser obligatoria la enseñanza de la religión en las escuelas durante los primeros años para, según ella, explicar el origen de la vida, me parece muy bien y lo respeto. Pero lo que me niego a hacer es a calificar a quien vierte tales ideas de progresista, de preocupado por la igualdad, de comprometido con el avance de los derechos y libertades o de luchador por un desarrollo justo y puesto al día de los aspectos que afectan de forma muy directa a la Sociedad. ¿Respetuoso con los pensamientos de la Reina?, sí, pero como persona que expresa su opinión de forma particular y no como Institución, al igual que lo sería con lo que pensase mi vecina del quinto, ni más ni menos. ¿Pelota para llamar renovadora o adaptada a su tiempo a una Corona que realmente es harto conservadora?, no, eso nunca.
Esta buena mujer -Reina impuesta por haber contraído matrimonio con un Rey forzoso y madre de un Príncipe heredero obligado como integrantes de una Monarquía incuestionable- por mucho que nos la quieran “vender” como un ser de ideas modernas y avanzado, de espíritu librepensador y en consonancia con la realidad social, lo cierto es que es una persona eminentemente tradicionalista y sus declaraciones denotan cierta tendencia opusina, característica que por cierto comparte con la autora del libro La Reina muy de cerca. Pero es sí, es coherente, porque sabe que para proteger su “oficio” es muy peligroso defender ideas que por su naturaleza, van ligadas a una línea de pensamiento que choca contra la “necesidad creada” y la “legitimidad impuesta” de la Institución Monárquica, esto es, que cuestiona aquello que le da de comer y por cierto con mucha holgura, casi insultante diría yo si la comparamos con las estrecheces de la mayor parte de la Sociedad, cuya situación ajustada y hasta precaria, contrasta con el suntuoso bienestar de la realeza.
Y es que en definitiva todo gira en torno a lo mismo. Ni aborto, ni eutanasia, ni parejas del mismo sexo con derechos equiparables al matrimonio tradicional y de trasfondo lo que constituye el aglutinante de tales ideas: la religión; en este caso también requerida como necesaria y obligatoria en la educación infantil a juicio de la Reina consorte, que descubre en el dogma católico los argumentos para esclarecer los orígenes de nuestro Planeta y del hombre, facultad que al parecer niega a la Ciencia. La Iglesia condena, como Doña Sofía, las acciones “anti natura” que ella censura en el libro y fue la Iglesia, como instrumento de Dios, quien otorgó y refrendó la gracia divina al Caudillo para convertirse en dicha figura y como tal, también para decidir que una vez fallecido él ocupase la Jefatura del Estado un rey, el mismo que a día de hoy, cuando hace ya más de tres décadas que murió el ominoso tirano, mantiene las prebendas que le fueron dispensadas por el funesto dictadorzuelo.
Aparte de opiniones personales, hay una serie de principios: Iglesia, Estado y Monarquía, que forman parte del universo conservador, arcaico y a mi modo de ver, innecesario, en el que estamos inmersos y todos ellos se necesitan y apoyan entre si. La Iglesia Católica es favorecida por el Estado aun cuando España es una Nación laica; la Monarquía viene incluida de matute en la Constitución aunque sea la “prórroga democrática” de aquel régimen que acabó de modo sangriento con la forma de gobierno elegida por el Pueblo Español: una República sin Corona. Y para quien pueda aducir que hace 77 años de aquellas elecciones, la respuesta es que hace otros tantos que quedó claro que el Pueblo Español no quería Monarquía. La actual, ¿es producto de la voluntad popular o es la herencia del franquismo y “validada” posteriormente dentro del lote constitucional?. ¿Porqué no se atreven a realizar un plebiscito en el que los ciudadanos podamos expresar nuestro deseo sobre la continuidad o no de un Rey y lo hagamos de forma independiente, sin que dicha elección forme parte de un todo como ocurrió en la consulta sobre la Carta Magna?. Que a día de hoy, cuando el número de parados aumenta a tal velocidad que algunos deberían de perder los puntos del carnet por tal motivo, el que la realeza pase a situación de desempleo no sería tan descabellado y seguro que ofertas de trabajo no les iban a faltar, bastantes más de las que tienen aquellos que con una mano delante y otra detrás, se van a la calle gracias a uno de los tristemente famosos ERE que se están llevando a cabo en las fábricas y empresas de nuestro País, teniendo estos hijos que alimentar y una hipoteca que pagar, gastos a los que no pueden hacer frente mientras contribuyen a mantener Zarzuela, Marivent, el Bribón y las cacerías de osas preñadas de D. Juan Carlos en Rumanía.
No me causan sorpresa alguna las declaraciones de la Reina; que hubiese estado a favor de la eutanasia, del la homosexualidad o en contra de la religión obligatoria en los colegios es lo que me hubiese chocado, tanto como si el presidente de la Patronal dice que hay que subir el salario mínimo o si Rouco Varela no pide el voto para el PP. Nadie tira piedras contra su tejado, eso lo comprendo. Lo que no acabo de entender es cómo es posible se le haga tanto la pelota a los Reyes, incluso cuando uno de ellos manifiesta estar en contra de aquello que cada vez más gente apoya, de otro modo la legislación no habría cambiado como lo ha hecho. Va a ser que esta actitud cobista viene justificada porque son muy simpáticos y saludan muy bien, aunque yo no lo comprenda y piense que eso no justifica los aproximadamente 9000 millones de euros que tiene de presupuesto al año la Casa Real ni el disponer de un puesto de trabajo familiar, vitalicio y hereditario al que no acabo de verle la utilidad. Aún si estuviese gobernando el PP, que en su afán privatizador terminaría por hacer lo propio con España como Nación, lo entendería porque la Monarquía estaría ocupando un cargo dentro de una Empresa privada, en este caso el Estado, pero siendo todavía público como es, no acabo de ver el sentido a todo esto.
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